El presidente Emmanuel Macron cambió a su primer ministro pero profundiza el ajuste, mientras que en París y las principales ciudades se multiplican manifestaciones populares.
Mientras el ex titular de Defensa, Sébastien Lecornu, se apresta a sumir como primer ministro para suceder a François Bayrou, quien como consecuencia del ajuste que encabeza Emmanuel Macron fue destituido porque perdió un voto de confianza en el Parlamento, en las calles de París y las principales ciudades de Francia, crece la protesta con el bloqueo de rutas y enfrentamientos de manifestantes con la policía que reprimió arrojando gases lacrimógenos.
En este contexto, en la capital francesa, el secretario general de la Federación Sindical Mundial (FSM), Pambis Kyritsis, estuvo entre quienes encabezaron una de las manifestaciones sindicales que, ayer miércoles, recorrieron varias calles parisinas, organizadas por la CGT, las federaciones de Comercio y la Industria Química, para protestar contra de las propuestas presupuestarias presentadas por el primer ministro.
Al dirigirse a los presentes, Kyritsis hizo público su apoyo a la lucha que los trabajadores franceses libran por salarios y condiciones de trabajo dignas, así como “por la esperanza, la justicia social y fiscal”, al tiempo que reiteró el compromiso de la FSM “con la defensa del sindicato y los derechos y libertades democráticas”.
El secretario general de la FSM fustigó las medidas de ajuste que promueve Macron que, denunció, “está intentando a través de ataques a salarios y pensiones, la abolición de las vacaciones, el derecho a la huelga y la congelación de las prestaciones sociales”, ya que pretende “poner la carga de la crisis del sistema y las consecuencias de sus propias políticas neoliberales sobre los trabajadores, los pobres y los oprimidos”.
En este sentido se pronunció contra “las ilusiones y las conocidas teorías engañosas sobre un supuesto ‘interés común’ de empleadores y trabajadores o sobre las medidas impuestas en nombre del ‘interés nacional’”, que llevan a promover “interminables y manipulados ‘diálogos sociales’ que se convierten en herramientas de desorientación y castración de la militancia y demandas de los trabajadores”.
Cabe recordar que Bayrou había reemplazado al conservador Michel Barnier, el primer elegido por Macron para profundizar el programa de ajuste que venía desarrollando Gabriel Attal, quien tuvo que dimitir después de que el oficialismo perdiera las dos elecciones de 2024.
Esa vez, en la primera vuelta del 30 de junio como en el balotaje del 7 de julio, se impuso el Nuevo Frente Popular (NFP), coalición que entre otros integran el Partido Comunista de Francia (PCF), La Francia Insumisa, el Partido Socialista y Los Ecologistas.
De ese modo NFP obtuvo 182 de las 577 bancas de la Asamblea Nacional y 98 en el Senado, lo que lo convirtió en la primera minoría que, por lo tanto, debió tener la responsabilidad de formar Gobierno, para lo que postuló a la socialista Lucie Castets. Pero en lo que oportunamente el PCF denunció como “un golpe antidemocrático”, Macron rechazó designar a Castets como primera ministra, justificando tal determinación en que hacerlo hubiera implicado “una amenaza a la estabilidad institucional”.
Claro que lo que no dijo es que nunca estuvo dispuesto a aceptar que ese espacio que va desde el centro izquierda hacia la izquierda del escenario de representación política francesa, formara un gobierno que de acuerdo a su compromiso electoral iba a frenar el plan de ajuste que el actual mandatario impone en tándem con el Banco Europeo y el FMI y que, además, se planteaba cuestionar seriamente una política exterior que de la mano de Macron arrastró a Francia a una sumisión perruna con la Alianza del Atlántico Norte, lo que la lleva a aceptar posiciones cada vez más peligrosa dentro del esquema de agresión que la OTAN profundiza contra Rusia.